CENTENARIO
En el de Don Luis de Góngora
Virgilio, ¿en dónde estás Virgilio?
Mudando pluma a pluma de amor he aquí esta
orilla
mía, este ahora no quererme ahogar. ¿Quién
volará en mi auxilio?
Ya la espuma en tu ausencia va hallando un
domicilio,
y en mis ojos todas las tardes se ve el fondo
de arcilla.
Sufriendo como el clima de una isla enclavada
hacia el sur ¡qué bien huele a arboleda tu
voz y a ola recién surcada!
Alta la mar verde vereda,
baja la voz que aún es tiempo de vida,
baja la voz que cierra un ala a cada
lado del que escuchando queda.
Virgilio, amigo mío,
ya se acerca el frío.
La ilusión de la luz viene a llenar un vacío
en este cielo ensangrentado de pies de versos
que vagan al acaso
sobre espinas de nube y quejas de universo.
Virgilio, abre tus ojos de violeta lenta,
el tiempo es bueno aunque escaso.
Abre tus ojos de ese azul tan anterior a la
invención de la imprenta,
tus ojos uniformes de ansiedad y mira
como la tinta que se desprende de mi pelo a
cada temblor de lira,
oscurece el sentido de una imagen lejana.
La noche agranda el grito del navegante
eterno
que anuncia ¡tierra! ¡tierra! en toda carne,
en todo hueso, en toda
[ambición humana,
y en transportes de amor va llegando el
invierno.
Virgilio Gómez, ¿qué esperas?
Ya otra luz siembra abejas en mis vegas
ociosas,
y cargados de pólvora de sonrisas ligeras
ya nuevos astros quieren acusar mis ojeras
de fusil que ha soñado toda una noche con
rosas.
OCUPADO
Ampárame un autobús a motor de golondrinas
entre esta bruma rellena de miga de violín
y aun más cautelosa que un prejuicio de casta
ahora que el corazón del turismo palpita
suavemente escondido
y el universo se llena de miradas
y de gorras a cuadros
Qué asfixias en tus ojos de aeródromo asomado
a un antifaz oscurecido de suspiros
mírame extenderme sin esfuerzo
pegado a la pared
mientras mis cabellos se limitan a aplacar
las grietas
de este horizonte tan mudo y ya tan mío
22 de enero marcan las hojas de una luna
crecida
a la orilla de un ciego moderado de cisnes
Aun es pronto para hacer un buen papel
enfrente de la chimenea que maneja su buena
conducta
como supremo argumento sobre las avenidas
OTOÑO IV EL OBSEQUIOSO
Como un hombre de color el otoño sigue sus
inclinaciones
una flauta contempla por los agujeros del
horizonte
todo lo madre que aún queda dentro
he aquí el río que se olvida a dos dedos de
los bordes
y un poco más lejos
la lluvia que despega las palomas del viento
La lluvia registra los días hasta el fondo de
los ojos
que viajan a la velocidad de los ritmos
conocidos
la lluvia mientras llueve es toda oídos
y ay del que como un piano no se muerda los
labios
Allí a las plantas del ocaso
la ciudad se estira y arde por los cuatro
costados
Un emigrante brota de trecho en trecho
su barba crece a medida que te alejas de mi
pecho
describiendo un círculo instintivo
Pero a la hora en que el cinema baja los
peldaños de mármol
que conducen al fondo de cada espectador
el nivel del silencio oscila como una flor
hecha olvido por un cesto de delicadeza
La luz se arrastra cortando los rastrojos
como la cola del perro que levanta la
tristeza
y el horizonte se dobla bajo el peso de mis
ojos
Verde de mar o sobre todo o nada
el borde del abismo de los oscuros labradores
nuestra suerte está echada
Horizonte horizonte ¿estás seguro?
Llueve a campos perdidos pedernal de mi
mirada
PUESTA EN MARCHA
Entre estos charcos de flauta
qué ave herida persigue el universo
Candado diluido en mi metal de voz
Mi temperamento superficial
está helando a favor de un alma fina
y el viento se escuece en un balido roto
Esta oscura actitud de puente
que adopta estirándose el silencio
este buscar ojos y encontrar alicientes
este ausentarse en sábanas y al menor
descuido
como una barca transmitida de padre a hijos
y cuando la marina de un ciego se estremece
este no ser ajeno a una docena de suspiros
serán siempre un buen camino
para hacer de un álamo una excusa cortés
Como siempre el cielo finge un hermoso
desinterés
y deja flotar al borde sus extremidades
pero ved las palomas que se desprenden de sus
pies
al menor cambio de tiempo
EN LA NIEBLA
En la niebla raza de nuestra raza domicilio
de las faltas de convicción de nuestros
fantasmas
desde los gendarmes hasta las hipótesis más
atrevidas
hasta los almendros obligados a presagiar el
porvenir de nuestra Europa
la nuestra la de los diplomáticos
que subordinan las flores a las secretas
inclinaciones de nuestra piel
guardando un equilibrio exento de ociosidad
occidente bello occidente
antes que el sol encuentre la máscara que
busca
entre las ramas y que ya se inclina a recoger
El hombre es la más bella conquista del aire.
Juan Larrea Celayeta (Bilbao, 1895 - Córdoba, Argentina,
1980) fue un poeta y ensayista español de la llamada Generación del 27. Es
considerado una de las figuras mayores de la poesía vanguardista española, y
también se le recuerda por su relación con creadores como Pablo Picasso, Luis
Buñuel, Calder, Jacques Lipchitz.