Hotel
Entra a un hotel es una
epifanía
un milagro que viene con el
ciclo del cosmos
con la caída de las hojas en
invierno
con la llegada de los aromas
de la noche.
Entrar a un hotel con una
mujer esbelta
es una cuestión divina
mojarse en la tina de baño,
enjabonarse en los jardines
de Pravia
en los jardines de los
aromas del amor
en los efluvios de los
deseantes cuerpos
que salen de las pompas de
la felicidad.
Entrar a un hotel es una
adicción
que aumenta la luz de la
piel de la mujer que nos acompaña
luz que guía el rumbo de los
Reyes Magos hacía el pesebre del amor
luz que aumenta el vino, la
sal y el pan
de los menesterosos del
deseo fugaz que se eterniza en la memoria
de los amorosos de siempre.
Entrar a un hotel es un
bautizo sagrado
que se manifiesta en las
manos de los amantes del fuego
en los objetos sagrados que
adornan a la fémina y al tigre
que muerde la intimidad
que anida en la oscuridad
del santo recinto
donde los amantes se aman
desnudando el pecado
abandonándose al sacrosanto
deseo del cáliz.
Entrar al hotel es besar el
cosmos de los labios
ir al celestial momento de
los sabores de la fruta
ir en la fila para recibir
el cuerpo y la sangre
de los amorosos noctámbulos
que miran en lo más oscuro
de la luz que irradian sus
ojos
de semidioses en aquel
momento en que culmina
el éxtasis de los cuerpos
que se sacralizan como
objetos sagrados.
Entrar al hotel es un
instante que se repite con el ocaso
cuando el sol ilumina de
rojo marrón las nubes
cuando los cerros se visten
de lila
cuando las calles de las
ciudades se ventilan
cuando las manos amorosas se
estiran
se aprietan, se sofocan y se
sueltan
al encanto de Morfeo
cuando los cuerpos yacentes
parecen
dos peces en reposo
al canto de los gallos
el ladrido de los perros
y la campana del carro de la
basura
cuando las señoras fodongas
limpian sus banquetas
limpian las jaulas de las
aves
y salen a pasear a sus
mascotas.
Salir de un hotel acompañado
por una mujer
nos hace más puros
más humanos
más carne
más humo
más hombres del alba
más mujeres del alba
más comunes de nuestros
iguales
aquellos que van corriendo
al trabajo
aquellos que van por el
mandado al mercado
aquellos que envidiosos nos
miran
como enlazamos nuestras manos
como olemos a amor limpio
como nuestros ojos miran la
ciudad
y pedimos en el puesto de
mariscos un vuelve a la vida.
Salir
de la caverna
No me canso de mirarte,
menos de la espera
soy un junco que sueña
un cactus de corazón rojo y
espinudo
chubasco cayendo tierno
sobre los pétalos de una rosa
no me canso de la neblina
ya es sábado, alzo la
oriflama
para que tus ojos a lo lejos
la vea ondear
seguiré esperando hasta que
salga el sol
amarillo, redondo, imperturbable
te miraré mirarte como una diosa
miraré un espejo para saber
que soy un otros que espera
no me canso de verte en cada
rastro dejado por el agua
camino con los ojos cerrados
escucho un río antes del
llanto
es septiembre y el aire me
empuja hacía tu cuerpo
la ciudad tiembla
es la rueda de otoño
tu mano me toca y beso tus
dedos
no me canso de escribir
poemas que se convierten en tus ojos
y verso en tu boca que se transmuta en luz violeta
me basta una vida para
amarte
y dejar de repetir la suerte
giremos como átomos
al ritmo de este amor que
pertenece al cosmos
desde aquí
desde la flama con que
atravieso la oscuridad
Me
gustan sus misterios
De gustarme, me gusta
señorita
y lo digo y me nacen
mariposas
y lo digo y me nacen dulces
sueños
y lo digo y me enredo en
bellos dedos
y lo digo y me siento
desolado
De gustarme, me gustan sus
misterios
y lo digo y me siento
palafito
y lo digo y me veo una
semilla
y lo digo y recreo su gran
figura
como Venus de Milo con
arcilla.
De quedarme, me quedo entre
sus manos
para acariciar piel con piel
su espalda
caminar pie con pie hasta su
huerto
y así abandonar feliz triste
karma.
De quedarme, me quedo en
dulces sueños
y lo digo quedito y con
delirio
y lo digo en silencio muy
pegadito
lo digo y lo repito en su
latido
quedarme me quedo
calientito.
Malcom
Lowry
Dicen que hay que
imaginarnos a Lowry caminando por las calles perfectamente borracho
emputecidamente ebrio en una cantina cualquiera.
Por ejemplo El Farolito.
Dicen que podemos imaginarlo
derrumbado
en una mesa de Los Recuerdos
del Porvenir,
con una copa de mezcal
temblando en sus dedos,
recordando a su mujer que se
fue con su mejor amigo;
sentir el aroma de las
buganvillas
mientras un par de sanates
danzan en el pasto
buscando gusanos.
Dicen que hay que verlo en
un tren rumbo a Oaxaca,
sobando el estómago de un
niño enfermo,
gastando todo su tequila en
salvar de las manos de la muerte a ese infante.
Y ahí sediento temblando de
frío,
encontrarse con la mano de
Virgilio.
Dicen que hay que verlo
cómo se lo lleva la chingada
mientras afuera
cae el sol sobre los
volcanes.
Lao
Decidió
nada más porque sí,
quedarse en el útero de su
madre
y nacer
arrojado
después de meditar como
nueve veces,
nueve años en esa cueva
llamada
mamá.
Decidió
ser eunuco
al estilo de un Plutarco
chino
condenado a su karma
y viajar sobre un búfalo
azul
para mirar
simplemente;
contemplar el mundo.
Decidió
nacer bebé a los 81 años,
con pelo cano,
dejarse viajar entre el ying
y el yang,
y decir: renunciemos a la
astucia,
rechacemos el amor por la
ganancia,
no habrá ladrones y
brigantes.
Y decidió
escribir nada menos
que el Tao Te King,
un libro de cinco mil
caracteres:
aforismos nada más que aforismos.
Y después desapareció
Los confusionistas esperan
su regreso
Amor
Amor para qué, pura cogedera
sexo, carne. Carne hermosa
que escurra miel. Miel
bronca, carne más carne
hundidos hasta el tuétano
hasta desaparecer, hasta
alcanzar la nada.
Carne más carne alambicada
al instante
escanciada en nuestras bocas
de humo calculado
carne más carne evanescente
y tangible a un ritmo
carne más carne, caldosa
sorbida como puchero
subida por encima del aire.
Amor en absoluto, pura
cogedera
pura carne chocando, sudada
hasta hacerse puré
carne pura carne, callosa
carne chamuscada,
bella desde la vulva hasta los lunares
desde la alocada duda de
estar amortajados
amoratados.
Amor para qué, pura cogedera:
nalgas, muslos, chiche,
saliva, sudor, agua salada
dentelladas y más
dentelladas,
lengüetazos y más
lengüetazos
amor para qué, pura
cogedera.
SERGIO GARCÍA DÍAZ. 1962. En
2015 publico 3 libros de poemas: Hotel (Las dos Fridas y Fridaura): Bachstage
(Ediciones el Borde y Las Dos Fridas) y Salir de la caverna (Las Dos Fridas y
Ediciones del Borde).
Colaboración: Jesús García Mora.