LUCES DE LA CIUDAD
I
Volví a
contaminarme
con la
navaja que afila la penumbra
y me
inyecté el miedo
como un
virus incurable
Colgué los
sueños
en las
líneas de mi rostro
y mi luz no
retornó.
Tuve que
escapar hacia la nada
abrí de
nuevo las heridas
enterré
postales de recuerdos
y así pude
emprender un vuelo más ligero.
II
Las luces
de la ciudad
bailan al
ritmo de mi corazón,
mi alma se
funde a través de la lluvia
y este
infierno me está matando.
Es el
momento perfecto
para
escaparse de todos.
III
Hoy es una
noche
donde las
estrellas resplandecen en mis ojos tristes
y desde
este piso pierdo altura.
Puedo
arrojarme y recogerme en pedazos
y volverme
a destruir
(a fin de
cuentas dejarse caer
es
aterrizar al centro de nosotros).
Entonces
recuerdo que hay un hilo
del cual
penden todos esos sueños
que me
hacen revivir y me devuelven la fe.
Toco mi
lado izquierdo,
estalla y
vuelvo a empezar
todo en
esta noche
y al mismo
tiempo.
PANFLEJO
Es cierto,
se les
olvidó conjugar el tiempo en futuro
y nos
convertimos en los herederos de todo su derrumbe,
quisimos
levantar sus casas demolidas
y apenas
teníamos alambre
madera
y barro.
Una serie
de infinitivos
y palabras
que surgían de la tierra
tan fértil
como
inexplorada.
Intentamos
construir a través de sus ojos gastados,
empezamos a
amar el acto poético,
descubrimos
la lejanía de la inmediatez,
nos
alejamos del aplauso y su claridad
donde
morsas descalifican el verso que tropieza libre.
¡Porque
hablamos con el corazón en la boca
y la lengua
la tenemos rasurada!
El suspiro
es nuestra primera canción,
así
enumeramos todos los vocablos,
repetimos
los pasos sin saberlo,
llamamos al
tiempo
y a las
cosas por su nombre.
Primero el
gemido,
después la
cáscara,
ahora la
luz.
Es momento
de dejar los trémulos,
discernir
no es opción,
dejen de
creer que estamos compartiendo tertulias con cervezas.
Nosotros
somos el viento,
somos los
ríos,
el aire,
el
hexámetro,
la
diacrítica oralizada,
la palabra.
No la
amalgama de la estúpida academia,
llenas de
pláticas onomatopéyicas
donde los
ritos y los ripios son temas recurrentes.
Aferrémonos
a la posibilidad de lo imposible,
de lo
impensable,
de lo
incapaz.
¡Señores!
¡Nosotros
somos los poetas
nuestra
poesía es para el mundo!
para la
piedra,
para el
borracho en delirio,
para el
amor absurdo.
Así
elegimos este camino
debemos
cumplir con nuestro papel
el futuro
nos espera.
El acento
que no explote en la vagina
o arda
dentro de los huevos
no vale la
pena pronunciarlo.
Y si nos
señalan porque no tenemos pa´ tragar
les diremos
que cenamos gallo
La voluntad
nos aferra
Se trata de
R
e
t
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Es cierto,
se les olvidó conjurar el tiempo en futuro
pero en sus ruinas dejaron el rugido y la furia del destierro,
el cacareo del gallo
y la luz envuelta en sal.
Entonces sus cenizas se esparcieron
iluminando un camino
que parecía perdido entre los escombros,
convirtiéndonos en sus herederos
de todo lo que un día ustedes
habían
pronunciado.
LLORA EL R E Y
Llora el rey,
y las oficinas vacían sus ventanas,
busca el mejor escondite
mi niño asustado.
Muerta la ciudad,
rezo a un cristo colgado en un tendedero,
se atan cuervos a mis manos,
ellos sabrán guiar mi mundo.
Porque estoy hecho de retazos,
un pájaro que muere enmarañado,
soy el derrumbe de iglesias,
estatuas hechas de paja
que incendian en cada pestañeo mi conciencia.
Mientras el espejo
refleja mi irrealidad,
donde lentamente me vacío.
Y llora el rey,
jaque mate al desamparado,
vomitan ideas
que se enredan en una galaxia de preguntas,
el tiempo huye como un cobarde
y la
vida sin frenesí y en huelga.
Ángel Díaz nació en la Ciudad de México el 21 de
septiembre de 1983. Poeta, administrador
de profesión, padre de familiar y actualmente estudiante de la carrera
de Letras Hispánicas por parte de la UNAM. Cuenta con el libro “La versión de
mis hechos”, Ed Sikore, CDMX, ,2016 ,“El tiempo perdido”, Ed independiente,
Primera palabra IV Antología Literaria Mexicana, y “En el borde, líneas y
versos para incitar al vuelo” II, III y VIII.